Las emociones básicas y necesarias son 6; alegría, tristeza,  enfado,  miedo, sorpresa y asco. Estas emociones forman parte de nuestro día a día, son innatas, son las que nos ayudan a comprender el mundo que nos rodea. Son estados afectivos que experimentamos, reacciones subjetivas que generamos en función de los acontecimientos que suceden en nuestro alrededor. Estas reacciones que vienen acompañadas de cambios fisiológicos e incluso endocrinos.

             Desde pequeños hemos oído frases como “se me rompe el corazón”, “se me llena el corazón” haciendo referencia al corazón como el  órgano que maneja nuestras emociones. Pero realmente ¿Dónde se generan las emociones?. Es el cerebro el que controla nuestras emociones, para ser más específicos el sistema límbico. El sistema límbico es un área compuesta por tres estructuras cuya función está relacionada con el aprendizaje, la memoria y las respuestas emocionales. Está situado justo debajo de la corteza cerebral y está formado por el tálamo, el hipotálamo, la amígdala cerebral y el hipocampo.  

            A muchos niños les cuesta reconocer correctamente sus propias emociones, la expresión emocional es el primer paso para la gestión de las emociones, por lo que es muy importante con los niños nombrar la emoción que estamos sintiendo para poder después aprender a regularlo. No debemos clasificar como “buenas” y “malas”, solemos rechazar la mayoría de las emociones “negativas” que tenemos, intentando bloquearlas o censurarlas. Los niños necesitan sentir todas las emociones ya que cumplen su función. Las emociones son muy importantes porque nos ayudan a enfrentarnos a situaciones de nuestro día a día.

            El conocimiento, la comprensión y el control de las emociones son básicos para que nuestros hijos se desenvuelvan adecuadamente en la sociedad, siendo fundamental utilizar el momento exacto en el que la emoción aparece en el niño para una mayor comprensión. Por ejemplo, el niño se acuesta y tiene miedo a la oscuridad, es el mejor momento para poder enseñar a identificar esas emociones.  Es importante hacer hincapié en que  no deben ser algo a reprimir, los podemos controlar pero nunca reprimirlos. Una vez identificada la emoción, tenemos que enseñarle a manejarlo.  Por ejemplo en las rabietas que conllevan agresiones; una vez haya terminado la rabieta podemos enseñarle que antes de pegar es mejor expresar en voz alta qué les molesta. 

           

 

 

 

 

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